Cuestiones como el carácter y el temperamento son las que empiezan a marcar el perfil de cada apostante. Por supuesto que en ello también influye en gran parte la etapa que atraviesa el jugador, dado que no es lo mismo un principiante que un experto, y también los intereses de cada uno. Este artículo tiene el objetivo de diferenciar los perfiles posibles independientemente de si un apostante acaba de comenzar o tiene años de experiencia. En la actualidad, las posibilidades para apostar están por todos lados, tanto online como de modo presencial, y cada caso es un mundo: no todos reaccionamos de la misma manera ante un determinado estímulo. Dividiremos los perfiles en cuatro grupos.
El que está en todos los detalles
También podríamos decirle “el estudioso” o “el apasionado”, en cierta forma. Este perfil es uno de los más responsables en cuanto a la toma de decisiones pero debemos controlar que la obsesión no termine generando un problema. El apostante que está en todo no deja detalle librado al azar antes de hacer una apuesta. Presta atención a las noticias, a los números, al pasado reciente y a la historia, al clima, etc. Para este tipo de apostadores no hay puntos poco importantes y a esa premisa se aferran precisamente para tratar de tener éxito en las apuestas deportivas.
Lo positivo en este caso radica en que no se resuelve por un impulso y todo está debidamente pensado en la previa, más allá que ni siquiera esto nos vaya a asegurar la obtención de beneficios. En este grupo podrían entrar los apostantes profesionales, que difícilmente conformen más del 5% del total. Como nota negativa podemos mencionar que con este perfil podríamos estar en el proceso que lleva al juego compulsivo, por ello el equilibrio resulta fundamental; equilibrio a la hora de apostar y también de manejar nuestras emociones.
El que se deja llevar por las emociones
Este perfil es uno de los más peligrosos en lo que respecta a la situación financiera. Se trata del jugador impulsivo, aquel que se deja llevar por las emociones y termina siendo preso de su ansiedad. Este comportamiento afecta a la vida en general y las apuestas no están exentas. El apostante impulsivo también es pasional pero de un modo que puede ser mucho más perjudicial para sí mismo. Porque esa conducta lo lleva a resolver sin pensar, a invertir dinero en deportes que no conoce del todo bien (o nada bien) y, lo que es peor, a apostar sin estar en sus cabales. Por ejemplo, bajo los efectos del alcohol o bien en un momento de depresión o excitación.
El que sólo quiere divertirse
El apostante más distendido y relajado es el que sólo busca un método de entretenimiento en el juego. Es un jugador más ocasional que los dos anteriores y suele ir acompañado de cierta estabilidad emocional, la cual le permite no perder la cabeza ni dejarse llevar por los impulsos, indistintamente de las circunstancias que atreviese. Ésta es probablemente la forma menos dañina de apostar y también la más solidaria para nuestra economía, ya que este prototipo de apostador generalmente tiende a jugar pequeñas cantidades de dinero y lo hace más que nada cuando se le presenta una promoción atractiva.
Mayoritariamente, estos jugadores saben cuándo retirarse y lo llevan a cabo sin problemas. Asimismo, pueden jugar dos o tres veces por semana así como pasar un mes sin hacerlo. La parte negativa tiene que ver con que muchas veces no estudian lo suficiente acerca del evento en el que apuestan o incluso lo hacen en deportes desconocidos, algo que en el grueso de los casos lleva a perder dinero.
El jugador compulsivo
Si bien afortunadamente se trata del porcentaje menor, no sería honesto omitir que muchos jugadores cruzan la sensible línea que separa la diversión de la enfermedad. Estos apostantes suelen padecer diversos problemas a nivel psicológico, los cuales se ven reflejados en sus actos y los terminan convirtiendo en lo que se denomina como “jugadores compulsivos”. Las dificultades en el día a día del jugador compulsivo pueden agravarse al punto de ser conscientes del mal que se están haciendo a sí mismos y aún así seguir adelante.
Hay que tener claro que este tipo de apostador necesita ayuda profesional para salir de la situación descripta más arriba. Los jugadores compulsivos niegan la realidad y continúan apostando sin pausa porque están convencidos de que ganarán. Piden préstamos, no detienen las pérdidas y, si algún día tienen la suerte de ganar, habitualmente les dura muy poco. Así, el desenlace es inevitable: problemas familiares, laborales, personales, afectivos, etc.